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LA OPINIÓN: ¿POR QUÉ NO ACTUAMOS COMO PENSAMOS?

Irene Codina Altarriba,

La crisis climática representa hoy la mayor amenaza global para la especie humana y urge un cambio de hábitos para hacerle frente. Existe un discurso público positivo sobre la necesidad de hacer una transición sostenible, pero los comportamientos no acompañan esa tendencia. ¿Qué nos impide accionarlos? ¿Qué brecha existe entre la intención y la acción? 

Este es un tema de gran interés que debemos abordar desde una visión sistémica, buscando comprender el funcionamiento desde el conjunto de las partes como un todo, y trabajando con urgencia y un propósito común: ante la emergencia climática, debemos cerrar la brecha entre la intención y el discurso, entre la acción y los hechos.

Viendo la evolución de los últimos años, parece claro que el mundo tal y como lo entendemos hoy,  se va a acabar, y evidentemente no estamos preparados para asumirlo. Es por esta razón que nuestra falta de acción ante la crisis climática se explica, en parte, por la vivencia de un ciclo emocional por el que estamos pasando las personas, que es parecido a cuando vivimos un duelo.

Tras la publicación del estudio llevado a cabo por IMOP Insights e Impact Hub sobre el comportamiento de las personas, y debatir en una mesa redonda sobre los resultados que este arrojó ante  la situación de emergencia climática actual, nacieron algunas reflexiones que comparto en este artículo. 

Según el estudio, una gran mayoría de la población encuestada piensa que el cambio climático está afectando ya a sus vidas o lo va a hacer en el futuro cercano, sin embargo, el comportamiento sostenible real de esas personas se limita a hábitos poco sacrificados. 

En este sentido, se percibe que la sociedad conecta emocionalmente con el duelo, por lo que ya intuye como el fin de la sociedad de consumo. El ciclo vertiginoso de consumo ha supuesto beneficios y gratificaciones individuales, y cuesta ver las ventajas de pasar a una nueva realidad que nos exige comportamientos que buscan el beneficio común. En definitiva, la transición ecológica es percibida como una pérdida de comodidad y bienestar. 

Un 11% de los encuestados más sensibilizados sostienen que  “sin que cambiemos todos no se puede arreglar la situación”. Es necesario actuar en muchas dimensiones al mismo tiempo para conseguir cerrar la brecha entre la intención y  la acción, y si bien todos tenemos responsabilidad en este barco, también sabemos que unos tienen más poder que otros para lograr el cambio sistémico que necesitamos. 

Un camino posible como individuos es forzar a los políticos a que hagan lo que tienen que hacer, y a las empresas (desde nuestra posición de consumidores) a acabar con el greenwashing y ocuparse de ser responsables de verdad. Exigir que mejore la información. Es necesario unificar, clarificar el mensaje y trabajar un discurso más tangible, para así poder tomar decisiones acertadas y lograr el cambio de comportamiento en el consumidor. 

Hay que rediseñar el sistema, puesto que el que tenemos actualmente es el que ha devenido en la situación de emergencia actual  y, por lo tanto, hace falta cambiar el marco mental, pensar qué sistema queremos y, en base a eso, poner menos esfuerzos en optimizar el presente actual y más en centrarnos en diseñar el futuro deseado.

La principal barrera sistémica que nos encontramos para implementar la transición ecosocial a nivel internacional es la falta de ambición en las acciones que se están llevando a cabo. Esto se suma a las tensiones sociales alrededor de la necesaria redistribución del dinero para adaptarse a la situación de emergencia climática, y a que seguimos viendo las negociaciones por el clima meramente como negociaciones, sin que se asuma verdaderamente un compromiso de cambio. 

En cuanto a la conducta individual, es necesario ponerlo fácil para que el cambio de comportamientos suceda. Hay que crear la oportunidad física, en cambios factibles, y la oportunidad de aceptación social, es decir, que el cambio sea bien visto. La clave que nos propone la ciencia de la conducta es que, para sostener el cambio de hábitos es importante encontrar motivación a través del estímulo y del placer. 

Desde Impact Hub Barcelona, incorporamos las ciencias del comportamiento como enfoque necesario al mundo de la sostenibilidad. Combinar la mirada ecosistémica de transformación colaborativa con el análisis conductual nos va a permitir encontrar las claves para lograr el cambio de comportamiento para un mundo más sostenible, más justo e inclusivo. 

Siendo testigos de lo evidente, lo que urge es pasar a la acción cuanto antes. Porque como dice un Proverbio Indoamericano: “solo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado y el último pez atrapado, te darás cuenta de que no puedes comer dinero”.

*Fuente: Estudio “Comportamientos sostenibles” de IMOP Insights e Impact Hub. 

Descárgate las claves del informe aquí: https://bit.ly/ComportamientosSostenibles


Autora: Irene Tarradellas, Manager en Impact Hub

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