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ECOSISTEMAS INNOVADORES, POR MIQUEL BARCELÓ

Irene Codina Altarriba,

No basta con crear una incubadora municipal o un 'coworking'. Necesitamos otras herramientas metodológicas y nuevos modelos conceptuales. 

Miquel Barceló Roca

Dr. Ingeniero industrial y economista.

El pasado 28 de agosto, EL PERIÓDICO publicaba mi artículo de título 'Pensando en sistema', en el que destacaba la necesidad de pasar de una cultura instrumental a un enfoque sistémico. Ahora lo aplicaremos a los llamados ecosistemas innovadores.

En esta sociedad líquida actual, los problemas van asociados a sistemas cada vez más complejos y ya no nos sirven las soluciones simples, o simplistas, propias de la cultura industrial. Por ejemplo, para hacer frente al reto de promover la emprendeduría en un territorio tenemos que entender y ser capaces de operar en un complejo ecosistema emprendedor, formado de muchos elementos que interactúan y cambian a gran velocidad. No basta con crear una incubadora municipal o un 'coworking'. Necesitamos otras herramientas metodológicas y nuevos modelos conceptuales.

En este sentido, se puede definir un ecosistema innovador como un entorno constituido por diversos organismos y funciones interrelacionados que tienen por finalidad promover la innovación y a partir de ella el desarrollo económico de un territorio. El aspecto más relevante para que podamos hablar de un verdadero ecosistema innovador se encuentra en definir las funciones de estos organismos en relación al conjunto y en conseguir una adecuada interacción entre ellos.

Los ecosistemas innovadores son entornos capaces de transformar conocimiento en valor económico. Del análisis de los ecosistemas innovadores más relevantes del mundo podemos destacar que en todos ellos están presentes algunos agentes como los siguientes: incubadoras, aceleradoras, fondos de inversión, asociaciones de inversores, organizaciones emprendedoras, empresas tractoras, espacios de 'coworking', 'colivings' y residencial comunitario, programas de apoyo público, centros universitarios y de I+D, Citilabs, etc. A veces todos ellos integrados en un Distrito innovador urbano ('Innocities', Amazon 2020).

Todos estos factores no aparecen de repente y por arte de magia. Es evidente que las políticas públicas y la actuación de los otros agentes de la llamada cuádruple hélice (empresas, instituciones de conocimiento y sociedad civil, junto con la referida administración) son determinantes para la creación y consolidación de los ecosistemas innovadores.

Actualmente, las ciudades y las regiones más dinámicas desde un punto de vista económico son aquellas capaces de desarrollar entornos urbanos que se configuran como ecosistemas innovadores, en los que se favorece de manera natural la transferencia del conocimiento hacia el sistema económico. El resultado es el desarrollo de empresas intensivas en conocimiento, con visión global y fuerte crecimiento, lo que repercute favorablemente en la economía de las ciudades y regiones implicadas.

Si no se dispone de un sistema innovador, un real ecosistema con una dinámica propia que vaya creciendo y aumentando su complejidad, no hay que desanimarse, es cuando debemos dotarnos de un proyecto ambicioso y realista como el que muchas ciudades del mundo están implantando actualmente; ya se dispone de suficiente literatura que analiza casos concretos de ciudades en todo el mundo con ecosistemas innovadores.

Por ejemplo, el análisis del ecosistema innovador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Boston resulta muy interesante, tanto por su creciente complejidad como por sus resultados económicos. En este caso se observa la presencia de factores destacados como la multiplicidad de actores, su interacción y el hecho de que para cada etapa de la cadena de valor del conocimiento existen las funciones y servicios apropiados que apoyan y facilitan el proceso en su conjunto. Desde la investigación básica y aplicada hasta el apoyo a una empresa establecida, pasando por la valoración comercial, la creación de 'spin-offs' y su crecimiento, el ecosistema dispone de los servicios y funciones que permiten su desarrollo.

Un estudio publicado por la prestigiosa Fundación Kauffman en febrero de 2009 indicaba que gracias a este ecosistema innovador se habían creado hasta aquel momento 25.800 empresas activas fundadas por exalumnos del MIT, con una ocupación de alrededor de 3,3 millones de trabajadores y unas ventas anuales de 2 billones de dólares, cifra superior al PIB español, produciendo el equivalente a la undécima potencia económica del mundo.

Vale la pena entender la dinámica de los ecosistemas innovadores, tener la capacidad de diseñar, promover y operar con los mismos y no banalizar el término con cualquier edificio o espacio más o menos 'smart'.

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